martes, 11 de marzo de 2008

0-5 y bue!!! Cada uno festeja lo que puede.

Transcribimos la excelente columna de nuestro amigo Marcelo Calvente escrita en el blog del tren Granate.


Al final, la fiesta no fue completa. O mejor dicho, terminó mal y Banfield nos infligió una derrota histórica y muy dolorosa, la más amplia obtenida en nuestra casa y tal vez es en el resultado adverso e increíblemente abultado, donde podamos encontrar la explicación que la lógica no permite descubrir. Es cierto que con el tiempo desaparecerán los atenuantes y los condicionantes que permitieron a Banfield vencernos con amplitud en Cabrero y Guidi y solo quedará en la estadística la mancha ignominiosa y ofensiva del cinco a cero final, pero es justamente el inusual resultado, la explicación de los diferentes presentes que viven uno y otro. Banfield en crisis, con técnico, dirigentes y jugadores en la mira, una mira ajustada y demasiado exigente por el reciente campeonato que obtuvo Lanús, que convirtió el histórico tercer puesto del taladro en un fracaso. En cambio, los de Cabrero llegaron al compromiso con la cabeza en otra cosa, jaqueados por el desgaste de la competencia internacional a la que accedieron por ser uno de los cuatro mejores equipos argentinos y que el título consagró como el mejor en el último semestre. Del choque entre ambas realidades se desprende la victoria de los de Llop, y de una mala decisión política en cuanto a con que equipo asumir los determinados compromisos por parte del cuerpo técnico granate, se entiende la goleada sufrida ante un rival que pese a ella, presenta un plantel que se ubica claramente un escalón debajo en el nivel futbolístico.

Lanús empezó a perder el rumbo en aquella tarde calurosa de La Paternal en la que Huracán lo derrotó con un gol imposible. Cabrero había presentado un muleto que llegaba sostenido con una gran expectativa, pero el zapatazo fuera de contexto de Alan Sánchez que sorprendió a un Bossio adormecido por el calor, en un partido que se jugó al paso, con protagonistas y público cocinándose a fuego lento, terminó provocando un cambio de timón que al cabo de tres encuentros más, con una victoria y dos derrotas consecutivas incluyendo la de ayer con resultado catastrófico, ameritan una revisión urgente de las decisiones que se han tomado.


En los tres encuentros, sumados a los partidos por Copa Libertadores en el medio, Lanús presentó lo mejor que tenía y jugaron casi siempre los mismos. Así, el equipo fue perdiendo progresivamente su paso ganador, y su juego, el brillo y la efectividad que lo llevaron a la cima del fútbol argentino. En nuestra opinión, ésta decisión es la causa del retroceso que la goleada de ayer llevó al punto crítico. No se fogueó a la camada que espera su oportunidad y se desgastó al primer equipo a tal punto que de no revertir la situación el jueves próximo ante el Deportivo Cuenca en la Fortaleza con una victoria contundente, terminará poniendo en riesgo la supervivencia de Lanús en los dos torneos y su clasificación para la próxima edición de la Copa Sudamericana. El evidente desgaste físico exhibido en los dos últimos compromisos abren un interrogante en cuanto a su futuro si el jueves no logra una victoria que lo encamine a una clasificación que no debería peligrar. De lo que sí estamos convencidos es que por lo menos en lo que resta del mes de marzo, Lanús debería afrontar los encuentros por el Torneo Clausura con un equipo absolutamente alternativo.


La realidad es que la fiesta no fue completa y nos volvimos de la cancha con mucha menos alegría de la imaginada para un partido que desde la última celebración estábamos esperando con ansias. La chapa final quedará en la historia y tal vez sea con este tipo de resultados, con los que Banfield nos sorprende a menudo, que la mística de un clásico desigual continúe viva. Cada tanto nos amargan con una victoria fuera de contexto e inoportuna, que le permite mantener una ventaja de diez partidos ganados más que nosotros y que sin embargo jamás alcanza para equiparar la grandeza que nos distingue en nuestros títulos, en nuestro pasado de gloria y en la conducta intachable de los procedimientos institucionales aplicados a lo largo de nuestra vida deportiva, una materia que nuestro vecino siempre tendrá pendiente porque el futuro se construye paso a paso, pero el pasado es inmodificable.

Hoy festejó Banfield y tal vez con el triunfo inesperado recuperó algo de aire para no tirar todo por la borda. La derrota empañó el fin de fiesta pero no acalló a las miles de voces que gritaron "Dale Campeón" ni enturbió un presente que en pocos días ofrece la revancha en el plano internacional.

La gente del "Taladro" volvió celebrando su día de gloria, caminando junto al paredón hacia su barrio de casa bajas. Lanús levanta la vista para seguir buscando la cumbre futbolística del continente, la Copa Libertadores de América, el torneo reservado para los más grandes equipos de éste lado del mundo.



Por Marcelo Calvente

El Tren Granate

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