Lanús vuelve de Montevideo con la clasificación a octavos de final de la Copa Libertadores de América, algo que debía ocurrir de casi todas las maneras posibles, pero por sobre todas las cosas, con la tranquilidad de haber logrado una victoria, la primera en diez partidos jugados luego de vencer a Colón. En su camino futuro deberá toparse con adversarios mucho más complicados que este modesto Danubio al que superó con absoluta justicia por 2 a 1, pero el trabajo que encarará a partir de ahora tendrá el marco de tranquilidad que necesita el campeón argentino para convencerse de que la malaria quedó atrás, y también de que a partir de ahora, los mejores dieciséis equipos de América se empezarán a eliminar en forma directa a partido y revancha, y todos inician el tramo final del torneo en igualdad de condiciones.
El primer tiempo tuvo tres etapas divididas claramente por la hegemonía con que cada uno dispuso del control del juego. Desde el arranque y hasta los diez minutos, lo tuvo Danubio mandando seis o siete jugadores al ataque y ahogando a un Lanús nervioso, que se retrasaba y otorgaba terreno innecesariamente. Aunque sin ideas, varias veces estuvo a punto de vencer a Bossio. Después de ese lapso salió Lanús, y su dominio, que lo ejerció hasta los treinta de la misma etapa, lo impuso en base de juego asociado, desborde y llegadas claras, que por seguir preso del nerviosismo no pudo concretar en la red. En los primeros diez de los últimos quince minutos del primer tiempo, volvió a controlar el equipo de Dalto y con las mismas limitaciones antes señaladas, volvió a inquietar a un “Chiquito” que siempre respondió con acierto. A poco del final, en una contra nacida de la pegada precisa del “Pelusa” que dejó cara a cara y con terreno para recorrer a un Sand que ansioso, reventó el travesaño cuando lo aconsejable era buscar por bajo el palo derecho del arquero. En el rebote, la pelota volvió a Valeri que luego de acomodarse, la acarició por arriba del arquero y ésta vez fue el palo izquierdo el que le dijo no. A esa altura, Estudiantes estaba derrotando a un débil Deportivo Cuenca y la clasificación estaba casi asegurada.
En el entretiempo, seguramente alguno de los dos técnicos habló con el plantel. Cabrero o tal vez Zubeldía les hicieron ver la realidad y les devolvieron la calma que habían perdido hace varias fechas, cuando no podían obtener victorias y marraban penales decisivos. En el segundo tiempo, Lanús fue otro. El dominio fue absoluto, el equipo fue más corto y la convicción para buscar el triunfo desbordó en cada uno de los jugadores granates. El camino al gol que abrió el marcador es conocido: Pelota parada que es puesta en la cabeza de Quintana y que capitaliza Blanquito –que tiene olfato de goleador- luego del rebote cedido por el arquero uruguayo. El ejecutante del centro granador, cuando no, fue Diego Valeri. El pibe es un tanto intermitente, pero en los resúmenes de lo mejor de cada tiempo, su participación es determinante. Sin dudas, estamos ante el mejor jugador del mundo en el formato de compacto.
Luego Lanús mantuvo el dominio y el segundo gol llegó también de manera conocida. Lautaro Acosta luchó una de esas pelotas que cualquier delantero da por perdida, en compañía de Sand que siempre confió él. Desenlace obvio: Lautaro robó y se la dio al “Pepe” que con un toque bajo grito su gol y largó su bronca contenida. La superioridad granate a esta altura era tal que le permitió florearse y mostrar destellos de su poderío, esquivando patadas a la “uruguaya” que el arbitro permitió con actitud pasiva. El descuento llegó por una distracción general cometida por Lanús, a esa altura distendido, y trajo algo de injusto sufrimiento hasta el pitazo final. No peligraba la clasificación, peligraba el triunfo. De acuerdo al trámite, no obtenerlo hubiese sido una calamidad.
Hoy podemos volver a pensar que Lanús es una maquinaria de avanzada, en pleno proceso de puesta a punto. No llegó a recuperar el nivel que le valió obtener el Torneo Apertura 2007, pero luego de superar el mal trance que las lesiones y el cansancio le hicieron pasar, presentó su credencial de candidato. Después de varias actuaciones olvidables, mostró seguridad Bossio, volvió a ser firme por afuera con Graieb y Velázquez, una de las figuras. Quintana se recibió de gran central, Pelletieri desplegó su inteligencia y su despliegue, y Fritzler su temple y calidad. Lautaro Acosta cada partido crece un poco más y hoy sin dudas, el mercado de pases del primer mundo posa sus ojos en él. Cualquier observador atento y sagaz, sabe que si a todo esto le agrega un poquito más de participación del “Fino” Valeri, si Blanco vuelve a ser el jugador desequilibrante y polifuncional que tanto le aportó el equipo para ser campeón, y el “Pepe” vuelve a ser implacable para facturar cada oportunidad que dispone, Lanús será el rival que nadie querrá enfrentar en la definición a partido y revancha. Las lesiones y el cansancio complicaron su participación en los dos torneos, pero mientras casi todos sus jugadores titulares descansaban y se recuperaban de sus dolencias, el resto de los participantes de este apasionante torneo gastaban su capital viajando y jugando sin descanso. La mayoría de ellos aún no clasificó y tiene que librar la última batalla en pocos días, mientras Ramón Cabrero y sus muchachos se sientan distendidos a esperar conocer el nombre de su rival. El fútbol es un acontecimiento de dinámica vertiginosa e impensada. Todo cambia en un abrir y cerrar de ojos.
Por eso mientras tanto, dos estaciones más al sur, un vecino barrio lomense frío y distinguido empieza a padecer un conocido escozor. Por las cabezas de sus atemorizados habitantes, agotado el eco de la pequeña alegría que una goleada fuera de contexto les reportó, retumba sin cesar un pensamiento espeluznante: -No, por favor. ¡Otra vez, no!...-
por Marcelo Calventemarcelocalvente@hotmail.com
El primer tiempo tuvo tres etapas divididas claramente por la hegemonía con que cada uno dispuso del control del juego. Desde el arranque y hasta los diez minutos, lo tuvo Danubio mandando seis o siete jugadores al ataque y ahogando a un Lanús nervioso, que se retrasaba y otorgaba terreno innecesariamente. Aunque sin ideas, varias veces estuvo a punto de vencer a Bossio. Después de ese lapso salió Lanús, y su dominio, que lo ejerció hasta los treinta de la misma etapa, lo impuso en base de juego asociado, desborde y llegadas claras, que por seguir preso del nerviosismo no pudo concretar en la red. En los primeros diez de los últimos quince minutos del primer tiempo, volvió a controlar el equipo de Dalto y con las mismas limitaciones antes señaladas, volvió a inquietar a un “Chiquito” que siempre respondió con acierto. A poco del final, en una contra nacida de la pegada precisa del “Pelusa” que dejó cara a cara y con terreno para recorrer a un Sand que ansioso, reventó el travesaño cuando lo aconsejable era buscar por bajo el palo derecho del arquero. En el rebote, la pelota volvió a Valeri que luego de acomodarse, la acarició por arriba del arquero y ésta vez fue el palo izquierdo el que le dijo no. A esa altura, Estudiantes estaba derrotando a un débil Deportivo Cuenca y la clasificación estaba casi asegurada.
En el entretiempo, seguramente alguno de los dos técnicos habló con el plantel. Cabrero o tal vez Zubeldía les hicieron ver la realidad y les devolvieron la calma que habían perdido hace varias fechas, cuando no podían obtener victorias y marraban penales decisivos. En el segundo tiempo, Lanús fue otro. El dominio fue absoluto, el equipo fue más corto y la convicción para buscar el triunfo desbordó en cada uno de los jugadores granates. El camino al gol que abrió el marcador es conocido: Pelota parada que es puesta en la cabeza de Quintana y que capitaliza Blanquito –que tiene olfato de goleador- luego del rebote cedido por el arquero uruguayo. El ejecutante del centro granador, cuando no, fue Diego Valeri. El pibe es un tanto intermitente, pero en los resúmenes de lo mejor de cada tiempo, su participación es determinante. Sin dudas, estamos ante el mejor jugador del mundo en el formato de compacto.
Luego Lanús mantuvo el dominio y el segundo gol llegó también de manera conocida. Lautaro Acosta luchó una de esas pelotas que cualquier delantero da por perdida, en compañía de Sand que siempre confió él. Desenlace obvio: Lautaro robó y se la dio al “Pepe” que con un toque bajo grito su gol y largó su bronca contenida. La superioridad granate a esta altura era tal que le permitió florearse y mostrar destellos de su poderío, esquivando patadas a la “uruguaya” que el arbitro permitió con actitud pasiva. El descuento llegó por una distracción general cometida por Lanús, a esa altura distendido, y trajo algo de injusto sufrimiento hasta el pitazo final. No peligraba la clasificación, peligraba el triunfo. De acuerdo al trámite, no obtenerlo hubiese sido una calamidad.
Hoy podemos volver a pensar que Lanús es una maquinaria de avanzada, en pleno proceso de puesta a punto. No llegó a recuperar el nivel que le valió obtener el Torneo Apertura 2007, pero luego de superar el mal trance que las lesiones y el cansancio le hicieron pasar, presentó su credencial de candidato. Después de varias actuaciones olvidables, mostró seguridad Bossio, volvió a ser firme por afuera con Graieb y Velázquez, una de las figuras. Quintana se recibió de gran central, Pelletieri desplegó su inteligencia y su despliegue, y Fritzler su temple y calidad. Lautaro Acosta cada partido crece un poco más y hoy sin dudas, el mercado de pases del primer mundo posa sus ojos en él. Cualquier observador atento y sagaz, sabe que si a todo esto le agrega un poquito más de participación del “Fino” Valeri, si Blanco vuelve a ser el jugador desequilibrante y polifuncional que tanto le aportó el equipo para ser campeón, y el “Pepe” vuelve a ser implacable para facturar cada oportunidad que dispone, Lanús será el rival que nadie querrá enfrentar en la definición a partido y revancha. Las lesiones y el cansancio complicaron su participación en los dos torneos, pero mientras casi todos sus jugadores titulares descansaban y se recuperaban de sus dolencias, el resto de los participantes de este apasionante torneo gastaban su capital viajando y jugando sin descanso. La mayoría de ellos aún no clasificó y tiene que librar la última batalla en pocos días, mientras Ramón Cabrero y sus muchachos se sientan distendidos a esperar conocer el nombre de su rival. El fútbol es un acontecimiento de dinámica vertiginosa e impensada. Todo cambia en un abrir y cerrar de ojos.
Por eso mientras tanto, dos estaciones más al sur, un vecino barrio lomense frío y distinguido empieza a padecer un conocido escozor. Por las cabezas de sus atemorizados habitantes, agotado el eco de la pequeña alegría que una goleada fuera de contexto les reportó, retumba sin cesar un pensamiento espeluznante: -No, por favor. ¡Otra vez, no!...-
por Marcelo Calventemarcelocalvente@hotmail.com