viernes, 1 de febrero de 2008

Cuando la euforia se llevó el festejo a casa


Su gente, el barrio, sus jugadores. Lanús. Su fiesta, la casa. Ese estadio repleto de hinchas que espera por estos jugadores que le acaban de dar esa alegría de las que nunca se olvidan. Llega el plantel a la cancha y a esa altura todo un mundo granate se mueve de acá para allá. Es ahí cuando con Ramón Cabrero y Lautaro Acosta a la cabeza se intenta salir al campo de juego para dar, definitivamente, la vuelta olímpica sin peajes. Pero, apenas dan unos pasos, un grupo de fanáticos se lanza arriba del techo de la manga, interrumpe la estrategia del grupo y en el tumulto al entrenador le roban una pulsera. De todas maneras, y al margen del episodio oscuro en este cielo despejado, al técnico no le cambia su estado de ánimo. "El campeonato lo paga todo", dice, como para distender la situación, mientras se saca fotos, posa, habla. Un mundo lo conoce de la pizzería de la esquina, otro de la escuela, otro de la calle tal. Cabrero es un símbolo histórico.Maximiliano Velázquez se asoma y de inmediato recibe disculpas inesperadas para el momento. "Te insulté, yo te insulté en algunos partidos. Entonces te quiero pedir perdón", se sincera un simpatizante. La escena se repite con Carlos Bossio, con un aplauso que dice más que las palabras. Malingas Jiménez, el campeón de la temporada (lo fue también con San Lorenzo en junio) disfruta el presente. Ese "vamos, vamos los pibes" es la canción que más suena en las bocas unidas, en esas caras pintadas que sólo las lágrimas, interminables, pueden borrar un poco. Otra vez adentro del vestuario, todo ese suceso de la Bombonera se repite, es un rito, y no cambia. Se dobla la apuesta con pomos de espuma en este carnaval anticipado. A nadie le interesa qué tan mojado se pueda ir a casa para mirar cada detalle por televisión y saber que es cierto, que no es ficción.Todos quieren rendir un homenaje merecido a los campeones. Se habla de un partido para el jueves donde todo el barrio promete estar para tirar la casa por la ventana. Cabrero sigue, su remera está totalmente manchada con ese color granate. Los celulares sacan una, dos, mil fotos. Nadie quiere quedarse afuera de este día inolvidable. Su gente, el barrio, sus jugadores. Lanús.

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